Las mentiras ni blancas, ni rosas, ni piadosas
La mentira es mentira. No vayamos a disfrazarla de buenas intenciones.
Cuando queremos inculcar a nuestros hijos que no se miente, estamos siendo hipócritas. Todos mentimos. Y no está ni bien ni mal, simplemente lo hacemos. Debemos ser libres de decidir si mentimos o no sin sentimiento de culpa pero sí con responsabilidad. Quiero decir que mentir tiene consecuencias; consecuencias naturales, no consecuencias impuestas que eso ya son castigos, venganzas, etc. Y de ahí es de donde aprendemos tanto adultos como niños.
¿Cuál es una de las consecuencias naturales? La falta de confianza, ( si se descubre la mentira claro). Y desde ahí es desde donde podemos enseñar a nuestros hijos a decidir si quieren mentir, a quién, porqué y cómo. Explicamos que puede haber una falta de confianza al no saber cuando es cierto y cuando no. Pero sin manipular, ni chantaje emocional ni nada por estilo. Estamos enseñando de manera objetiva, realmente enseñando, sin hacerles sentir culpable en ningún momento. La culpabilidad no sirve de nada.
Dependiendo de la edad y el asunto de la mentira, no manifestaremos que sabemos que es mentira, así dejaremos espacio y tiempo para que pueda surgir el reconocimiento del error, la responsabilidad, su aprendizaje.
Siempre vamos a agradecer cuando quieran retractarse, disculparse o contarnos la verdad. Porque nos enfocamos en lo positivo! Ya ha tenido su aprendizaje. Y de eso se trata, ¿verdad? No de descargar nuestro enfado o disgusto sobre ellos a modo de castigo, sermón o una supuesta “consecuencia” impuesta por el adulto.
Así iremos creando una relación de confianza mutua. Porque nadie necesita a un padre o una madre que le regañe, le sermonee y mucho menos le castigue (ignorando, haciendo sentir culpable, chantaje emocional, etc.) cuando nos equivocamos. Necesitamos que empaticen con nosotros, nos acompañen en este aprendizaje y nos ayude en el enfoque en soluciones.
Nuestros hijos nos van a mentir se lo prohibamos o lo permitamos. Y tú también lo haces (y/o lo has hecho), a que sí? Y que suerte tener un padre y/o una madre a la que poder acudir cuando nos hemos equivocado sin que nos juzguen, si no que nos abracen y nos ayuden. Así creamos una relación de confianza y un vínculo con nuestros hijos.
También ocurre que el adulto interpreta una mentira cuando para el niño no lo es. Es decir, puede que lo sea, que no sea cierto lo que dice, que no sea la verdad (o tu verdad) pero es que también ocurre que cada uno tiene una interpretación de lo ocurrido (su vivencia, su perspectiva) y cada uno lo cuenta como lo cree siendo diferente e incluso opuesto para el otro. También ocurre que el adulto le pregunte algo que quiere saber al niño y este, al no encontrar el recuerdo, lo crea y crea una respuesta que no es cierta, aunque no lo hace con la intención de querer engañar, sólo con la intención de dar respuesta a algo que no recuerda.
Así que, si quieres saber pregunta y no supongas. Confía en tu hij@ y confía en su proceso de aprendizaje. Los niños son puros! Cuando los niños mienten están sobreviviendo. Están adaptándose a un ambiente en el que no se sienten seguros. Pueden hacerlo por miedo a las represalias. Pero esto no va a pasar porque cuando cometan un error no les vamos a juzgar, regañar, castigar, sermonear… si no que les vamos a escuchar, empatizar, abrazar, y ayudarles a encontrar soluciones. ¿Verdad?
Sed honestos. Sed auténticos. Sed el ejemplo. Siempre desde el respeto y el amor hacia uno mismo y hacia los demás.